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El fracaso de tu marca personal: maldita soberbia.

Soberbia en exceso, falta de humildad.

Esto es, en esencia, la base del fracaso de cualquier proceso de desarrollo profesional. De cualquier intento de gestionar con éxito nuestra marca personal. Con la mochila cargada de soberbia el peso es insostenible.

Esto es, en definitiva, el principio del fin del tan ansiado equilibrio personal. (Aunque las personas siguen/seguimos, en general, obsesionadas por buscar la felicidad cada día que pasa estoy más convencida de que debemos centrarnos en buscar puntos intermedios de serenidad, pero esta reflexión será en otro momento)

Observo soberbia cuando…

Observo soberbia cada vez que veo centrar la mirada en los otros pero desde lo negativo. En lugar de buscar modelos a seguir, fuentes de inspiración para crecer desde la generosidad. Ponemos el foco en los demás desde la búsqueda del defecto. Desde la comparación (casi siempre odiosa). Desde la nefasta envidia. Desde el más profundo de los sentimientos de inferioridad. Recuerda siempre que cuando los que se creen superiores se quitan el disfraz, se nos quedan en  absolutamente nada.

Desde el absurdo de creer que los demás no tienen nada que aportarte. Desde la falta de generosidad como para reconocer todo lo que los demás hacen por ti.

Desde la creencia delirante que tienes sobre lo monstruosas que son otras personas. Y ¡ay! que resulta que los monstruos sólo están en ti.

En la injusticia de tus críticas, en la dureza de tus afirmaciones categóricas. Ahí vive la soberbia.

En cada vez que alguien se ríe de los fracasos de otro que lo ha intentado con todas sus fuerzas. En cada vez que cuestionas que alguien no lo intente.

En cada vez que juzgamos. Cada vez que una persona comienza una frase desde el “yo, en su lugar, haría…” ¿qué demonios sabes tú lo que harías en sus circunstancias?

Cada vez que alguien no reconoce sus debilidades y con humildad y naturalidad confía en otro para que lo ayude. Cada vez que alguien se cierra puertas antes de haber llamado al timbre siquiera.

Cada vez que dices, “yo no sé nada sobre ese tema, pero opino…” Si no sabes, ¿por qué no escuchas? ¿Por qué no aprendes? ¿Por qué no creces?

Cada vez que no escuchas. Cada vez que he estado pensando en lo que iba a decirle a la persona en cuanto dejara de mover sus labios en lugar de centrarme en escuchar(le). Cada vez que el YO se antepone a absolutamente todo.

En nuestros intentos de convertirnos en superhéroes y tirar sólos para adelante rechazando la ayuda, las sugerencias, los hombros para llorar de los demás. Ahí también vive la soberbia.

Aunque no me creas, también está en tus noches dónde reina la más profunda desolación gritando en silencio y desesperado ¿por qué a mi? Ahí, también habita la dolorosa y absorbente soberbia. Y encima, como buena traidora, te da la razón, te regala lo que quieres oír. Como aquellos misteriosos cantos de sirena que tanto apaciguan el alma y tan rápido te hacen naufragar. Igual.

Si tus intentos por dejar huella en el corazón de los demás (cada vez me gusta más esta definición de marca personal de Jordi Collell) no están dando los frutos que deseas, comprueba a ver si la tan maliciosa soberbia está haciendo de las suyas y te está impidiendo sacar la cabeza del barro.

La soberbia es sumamente camaleónica y toma numerosas formas. Aquí te dejo algunos de los principales indicadores que he visto en mi (menudo post sobre la soberbia que me iba a quedar si no entono yo la primerísima el mea culpa!! 😉 ) y que observo a diario en sus múltiples versiones 1.0 y 2.0:

Lo que hace ese/esa lo puedo hacer yo.

Mirada condescendiente, risa de medio lado y aires de superioridad. El ese/esa va pronunciado entre dientes.

Adelante y al toro querido/a. Sólo te puedo sugerir eso. Si es tan fácil no te costará nada de nada replicarlo. Ja.

Yo eso ya lo sé / A mi me va a decir nadie nada, con lo que yo he vivido / Más de lo mismo.

Estas afirmaciones llevan golpecitos en el pecho incluidos.

Todas y cada una de las personas de las que te rodeas cada día tienen algo que aportarte. Todas.

Eso no sirve para nada / Esa es una moda pasajera / Otro invento más de los “vendehumos”

Hombre, tengo que reconocer que debido a la infoxicación que sufrimos en nuestros días, esto lo dirás muchas veces con razón. Háztelo mirar si lo repites de cada una de las oportunidades para aprender que se te pasan por delante.

Eso es una burda copia. Yo podría hacerlo mejor

Pues si puedes hacerlo mejor, hazlo. Y si no, ya sabes… “si lo que vas a decir no mejora el silencio…”

Yo de eso no sé pero…

Para ilustrar este claro indicador de soberbia, te enlazo este post de Andrés Pérez Ortega con el que además de hacernos reír nos pone en nuestro lugar rápidamente.

Mis éxitos son proezas fruto del trabajo heroico y las aventuras y decisiones más arriesgadas y los tuyos son por puro azar.

En general, todo lo que tenga que ver con restar valor a los logros que los demás han ido cosechando.

Mis fracasos guardan estrecha relación con las más refinadas conspiraciones mundiales contra mis planes.  Tus fracasos son por pura ineptitud.

Hay teorías conspiranóicas que cuesta no creer de lo curradas que están. Invierte en humildad, es el único antídoto que conozco contra esto.

Aquí te espero cuando fracases.

Te lo dije, lo sabía, y demás primos hermanos. Guardártelas para ti.

“Ni lo sé ni me importa”

Que bueno que mi querida Marta Areces me haya prestado su definición de soberbia. Porque no puede gustarme más su visión. Nada malo puedo decir de la ignorancia. Pero detrás del deseo férreo de no ponerle solución (por el motivo que sea) se esconde una vez más nuestra amiga soberbia. Lo de dictar sentencia cuando se cumplen estas otras dos, ya es para nota.

¿Cómo es posible que alguien tenga una opinión diferente a la mía?

¿Y qué se atreva a manifestarla en público? Espera, que voy a darle candela. Atacando a la yugular y entrando en el terreno de lo personal, dónde duele, que sepa bien con quién se las gasta.

De esto abunda en los maravillosos mundos de twitter (y del 2.0 en general). Son muy frecuentes los mensajes dañinos lanzados con dardo envenenado al receptor que lo quiera pilar. Recuerda siempre que cada uno recibe lo que da, y si lo único que sabes dar es odio… ya sabes lo que vas a recibir de vuelta.

Derroche de soberbia en el mundo del fútbol (y la política) inherente en los defensores acérrimos de los unos y los otros me ataca directamente al hígado. Y quién así lo predica, se queda terriblemente aislado en las cuatro paredes de su soberbia estructura cerebral.

En serio, hazte mirar esto, porque el rechazo en el resto de personas que asistimos atónitas a estos espectáculos tan deleznables te perjudicarán de por vida. La cobardía de quien, además, se oculta tras un miserable avatar, es la soberbia de la manita de la bajeza. Trolls no, por favor.

Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra

Se me ocurrirían muchísimos más indicadores de la señorona Soberbia haciendo de las suyas. ¿Las dejamos para la sección de los comentarios y seguimos el debate en redes?

Estoy deseando conocer tu opinión y compartir contigo.

Y recuerda, si alguno de nosotros está libre de pecado que tire la primera piedra. Yo ya me he anotado unas cuantas ideas sobre la soberbia de la que ninguno de nosotros está exento para continuar en mi particular proceso de desarrollo personal ¿y tú?